
Estado: hambre, duda, aburrimiento y soledad.
Síntomas: ganas exageradas de ingerir algún alimento lipídico, el cuál contenga, aunque sea, chips de chocolate, territorios cerebrales que no saben que estudiar ni como actuar, latosidad de escribir este párrafo tan necesario para mí y percepciones que ni el enano de mi hermano me acompaña para molestarme.
Indicaciones: Irse a dormir no antes de las 4 a.m., abrir la ventana y conversar con las 4.000 sustancias tóxicas de un cigarro, probar escuchar la canción que más te cuesta digerir en tu lista de reproducción de Windows Media Player y la infaltable oscuridad (que quieres que se transforme en paz) de tu pieza...
Contraindicaciones: puede que la sobredosis filosófica de la noche traiga consigo estragos en tus desordenes con el sueño y mantener al margén cualquier replica que pueda venir después de haber pasado la noche en vela encontrándole el sentido a la mierda de tu destino.

Mi papá habia identificado mucho antes que yo, cuales eran mi límites y por sobre todo, mis fortalezas.
Llevaba algunos años preparándome para la P.A.A., pero con mi escasa fé, aunque por más que brillará después de haber estudiado concientemente, no lograría el puntaje que necesitaba para entrar a Medicina en la Chile. Siempre lo soñé. Soñar es gratis.
No sabía de dónde sacar fé, no me defínia ni a la mano derecha, ni menos izquierda, ni arriba ni abajo de Dios. Entonces estaba literalmente en el purgatorio.
Pero aveces nacen esos clicks en la cabeza, que agradeces las interacciones sinápticas involuntarias que te dan estas claves, y me dije: Si no creo ni el Dios mismo (no es que no creyera, sino que como todo adolescente, quería sentirme representada y acogida por alguna doctrina. Como nadie me ofrecia o me dislumbraba con sus postulados, no me iba por ninguno) ¿Qué tendría que hacer para ser una propía líder impulsadora de mi vida? Sólo mandar a la cresta algunos pasatiempos inecesarios, que no me llevarían al éxito alcansable, pero tan anhelado y perdido en el tiempo. Sería la próxima semana de estudiar, estudiar, estudiar. Sabía que me daba rabia estudiar tanto para materias de preu que eran mentiras o no lo totalmente complejas como para calentarme la cabeza, pero, tenía que aprenderme como alguna vez dije: me aprenderé estos insignificantes postulados como canción.
No todo era tan malo. El Dios de los cristianos le estaba dando una señal a su hija.
Solo era simplemente sacrificar mi semana de ocio y poco estudio, en una llena de estudio sin ocio en absoluto. Alomejor me estaba acostumbrando a la metamorfosis a lo Franz Kafka que vendría después: dejar mi pagana vida por el conocimiento y la búsqueda de la verdad, tomada de la mano de la paz..."
Por Michelle Guzmán M.