En una cómoda cómoda de ciudad cómoda...
A toda mujer que haya sido pasada a llevar desde lo más profundo de su personaje, creo, personalmente que a lo que recurriria seria a (dependiente si es de agrado suyo el caballero blanco de pelo rubio, si fuma belmont), es al cigarro, utilizandolo, aveces, como medio de sentirse o más podrida o simplemente porque no encuentra mejor amigo que su puchito...
Originalmente, esta historia es de Kate Kliwadenko, pero con solo mover un poco ese mouse, (que creo que de tecnológica no tengo mucho, ¡perdón!), con solo mover el cursor de la flecha y dirigirlo hacia abajo, mi querido compuvidente tendrá la misma historia pero con un retoques a lo mero mio, y con el aliño de MI historia y mi parentesco... pero, que tiempos los 12! solo a seguir abriendo el vinilo, por el momento en mis primera publicaciones de este blog... en realidad, la transformación a mi irónica, más que nada porque simplemente tengo 16...
Y POR FA!! SI DICEN: ¡OH!, ESTO ES REALMENTE LARGO, UNA PAJA!, SE ESTARÁN PERDIENDO LAS FEMINAS, LEER DE UNA EXPERIENCIA REALMENTE, A LO LARGO, I-DEN-TI-FI-CA-BLE... como diria Julio Martinez...
No quiero pensar en el mañana, en el hoy día, ni en el pasado. Me levanto a las 4 de la tarde con la peor cara de la semana. Definitivamente esta es la top ten: el lunes, tenía los ojos hinchados. El martes me salió un afta gigante en el labio. El miércoles la mezcla de ojos rojos, el afta y el pelo pegado se hicieron notar. El jueves, pegué una mirada desde lejos al espejo del baño porque estuve todo el día en cama. El viernes no me acuerdo si me miré o no por la cantidad de antidepresivos que tomé. Y el sábado me di cuenta de que me estaba saliendo bigote.
Hoy día, definitivamente es la peor. Casi no puedo abrir los ojos de lo hinchados que están de tanto llorar. Mis labios están llenos de aftas por todo lo que he vomitado gracias a las pastillas y mi pelo está tan cochino que parece mojado. Los bigotes se notan más de la cuenta por lo blanca que está mi cara. Tengo que ir a comprar o sino voy a morir de hambre y aunque la idea de morir es lo que más he querido en este último tiempo, creo que morir de hambre no es una buena idea. Prefiero con pastillas, que por lo menos sirven para estar inconciente y morir feliz. Si mi vida entera no lo fue, por lo menos que esto lo sea.
No voy a ducharme así que opto por ponerme un polerón, zapatillas y salir.
Cruzo la calle sin mirar, porque ya me siento tan muerta que incluso el olor a tumba se apoderó de mi cuerpo, de mi ropa y de mi departamento. En unos días más me van a empezar a salir gusanos por los oídos y que me atropellen no es una preocupación.
Entro al supermercado y como todo domingo las familias compran felices. Me da asco y yo les doy asco a ellos, así que intento no tomar en cuenta sus miradas, sus olores a dulces, a flores y a la ropa en tonos pasteles sacada de la última revista otoño invierno de Ripley.
Compro unos panes, queso y mantequilla, pago con la tarjeta del imbécil que me abandonó y dono más de 5 pesos al Hogar de Cristo. Quizás para que esa gente no se sienta tan miserable como yo, para que la vieja que viene de comprar su abrigo en Alonso de Córdoba y que espera atrás mió no me mire con cara de repugnancia o quizás por la simple razón de que mientras más plata haga gastar al infeliz, mejor me siento conmigo misma. Y hoy de verdad necesito un impulso de autoestima para llegar viva hasta mañana.
Se llevó toda su ropa, incluso el chaleco que yo le tejí. Su colonia, su cepillo de dientes, sus pantuflas, su whisky y hasta su estúpido cactus. Pero el imbécil no se acordaba que yo tenía su tarjeta. Me la había prestado días antes para que le comprara un regalo a su mamá que estaba de cumpleaños y nunca más me la pidió. Se fue enojado.
Se fue por mi infidelidad.
Se fue por una historia de hace más de cinco años que no puedo soportar y que yo había guardado durante todo este tiempo. No lo sabía ni mi mejor amiga ni mi almohada ni nadie. Solo mi conciencia y mi alma. Ahora no entiendo por qué se lo dije, pero es que su propuesta de matrimonio me sorprendió y creí que era necesario decirle todo si me iba a casar con él.
Exageró completamente. No entiendo cómo reaccionó de esa manera, cinco años en que ni lo notó y tres años de pololeo se fueron por el water. Tenía que ser completamente honesta con él, no podía negarle mi aventura de teleserie y si le dije que el sexo era mejor con el otro, fue porque me lo preguntó. No quería mentir y ahora me quedé sola, abandonada, literalmente con el vestido de novia en la cartera, en un departamento lleno de recuerdos y con una vida entera con él en mi cabeza. Y todo por un pico mejor.
jueves, 28 de febrero de 2008
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